sábado, 11 de febrero de 2017

#3 El chivo expiatorio



En la dinámica de una familia con componentes narcisistas, por ejemplo, con una madre con trastorno narcisista de la personalidad, que es lo que nos ocupa en este blog principalmente, se exacerba el favoritismo/no favoritismo, y en lugar de hijos preferidos y no preferidos (ver entrada #2), hay "chivos expiatorios" y "Niños de Oro". La asignación de estos roles a menudo ocurre en la temprana infancia, mucho antes de que el niño pueda  identificar lo que  realmente está sucediendo y muchos menos, el por qué. Sin embargo, incluso los niños pequeños comprenden rápidamente las reglas no escritas de las familias tóxicas. Estos roles rígidos se toman muy en serio porque son necesarios para que el sistema tóxico sobreviva y se perpetúe.  Cabe destacar que ninguno de estos niños es amado o valorado por lo que realmente es, sino más bien para lo que sirve a la madre narcisista.
 El Niño de Oro, como su nombre indica, es el mejor y más maravilloso de los hijos, al menos a los ojos de la Madre Narcisista. Lo escoge como una extensión de sí misma, sobre la que proyecta toda su propia y supuesta maravillosa existencia. El propósito del Niño de Oro es reflejar todo lo bueno a la madre narcisista, y mostrar al mundo que ella debe ser una buena madre para tener un niño como éste. La madre narcisista reinterpretará la historia y retorcerá la realidad para hacer ver que todo lo que este niño hace sea considerado extraordinariamente maravilloso. El Niño de Oro es un narcisista en entrenamiento, una mini-extensión de mamá. El Niño de Oro no puede, por tanto, hacer nada malo a los ojos de la madre narcisista, porque se trata de un reflejo de sí misma. Se le da lo mejor de todo - incluso cosas materiales. Sus logros más mínimos se celebran por todo lo alto, mientras que sus faltas se ignoran sistemáticamente.
 El chivo expiatorio, es, también como su nombre indica, el pobre desgraciado sobre el que recaen todos los males de la familia. Sus principales logros son sistemáticamente desestimados y cualquier dinero invertido en él es el mínimo. El chivo expiatorio no puede hacer nada bien por definición, ni a los ojos de la madre narcisista, ni a los del resto de la familia hábilmente manipulados. Los demás niños rápidamente aprenden que está bien que ellos culpen también al chivo expiatorio. Así, el propósito del chivo expiatorio es permitir que las familias sigan patrones de comportamiento no saludables, y mantener el mito de la normalidad, sin tener que mirar hacia adentro o asumir la responsabilidad de un ambiente tóxico. Como la Madre Narcisista crónicamente evita la responsabilidad personal y la rendición de cuentas, existe un chivo expiatorio. A medida que la astuta madre narcisista manipule hábilmente a todos los miembros de la familia, reescribirá la historia o retorcerá la realidad más allá de todo reconocimiento para asegurarse de que este niño toma la culpa. Esto es para que la madre narcisista, así como toda la familia, mantenga una fachada de normalidad y salud mientras señala al chivo expiatorio como el problema. El chivo expiatorio proporciona una distracción para evitar afrontar los profundos problemas familiares.
  Evidentemente el chivo expiatorio puede sentirse comprensiblemente celoso del Niño de Oro.
El favoritismo extremo causa enojo, conflictos e incluso ruptura de relaciones entre hermanos. Esta situación ya le va bien a la Madre Narcisista (de la que hablaremos en próximas entradas) para triangular. La triangulación es una típica arma de control y abuso. Es el “divide y reinarás” de Maquiavelo que los psicópatas aplican, por ejemplo, cuando te da a entender que tu eres un mal hijo y que tu hermano es mejor. De esa manera logra que te esfuerces en ser “mejor" hijo.
Por otro lado, así consigue ser el centro, con el fin de mantener el control y el flujo de información.




De hecho, la Madre Narcisista puede alentar al Niño de Oro, ya sea de forma abierta o tácita, a intimidar al chivo expiatorio. El chivo expiatorio puede ser castigado incluso por hacer algo bien, porque eso amenaza el relato narcissist de que el chivo expiatorio hace todo mal. No se le castiga abiertamente, pero si sutilmente. Cuando estos eventos suceden de forma reiterada, el chivo expiatorio aprende, consciente o inconscientemente, el patrón de que suceden cosas malas después de haber conseguido hacer algo bueno, y empezará a sabotear sus propios éxitos para protegerse. Estos patrones de sabotaje durarán toda la vida hasta que se borren pro-activamente con terapia.  El castigo puede ser tan destructor y sutil como la reacción de frialdad o indiferencia de la madre narcisista ante un éxito. Seguramente dirá "las cosas correctas" para guardar las apariencias, pero su expresión y su frialdad indicará que está contrariada con este logro (porque estropea su relato cuidadosamente construido). De forma análoga, el chivo expiatorio podría ser recompensado, de una manera extraña, por el fracaso. El chivo expiatorio es, a menudo, lo que en psicología se llama el paciente identificado. No resulta sorprendente, ya que fueron degradados y tratados injustamente toda su vida.  El chivo expiatorio podría tener problemas tales como trastornos de la alimentación o problemas de adicción, problemas de gestión de la ira, depresión, entre otros. Y esto refuerza el relato de que el chivo expiatorio es el equivocado, el problemático, el malo, el desviado, el trastornado, el defectuoso, la oveja negra. Incluso te lo crees tú mismo. Después de todo, tú tiene el trastorno alimentario, o lo que sea. Eso es innegable. Podrían llevarte, incluso, a terapia para tratar de arreglarte. Es entonces cuando pueden ocurrir dos cosas. Si el terapeuta, erróneamente, no interpreta el problema de fondo, va a creer la narración tal como se presenta, y reforzará aún más el relato tóxico narcisista. Si por el contrario, el terapeuta es capaz de identificar el problema en la madre narcisista, y ésta deduce que puede haber algo malo en ella, te quitará de la terapia (argumentando alguna causa que será seguramente culpa tuya). El chivo expiatorio está realmente en una situación complicada. En la mayoría de los casos, el maltrato es lo suficientemente sutil para que no haya intervención externa o de los servicios sociales, por lo que no hay otra opción que soportarlo hasta la edad adulta, cuando, de repente, un día, te das cuenta de lo que ha estado pasando durante toda tu vida.
Es más, si estás leyendo mi entrada, seguramente hayas sido chivo expiatorio de tu familia tóxica narcisista y estés intentando buscar respuestas por tu cuenta.
Pese a todos los momentos desagradables que te han tocado vivir, la buena noticia es que el chivo expiator es realmente el afortunado, porque usualmente es el que identifica el problema y huye a tiempo. El Niño de Oro puede llegar a ser completamente absorbido por la Madre Narcisista. El Niño de Oro puede crecer sin límites adecuados y sin identidad propia. Es probable que permanezca, ya sea para siempre o durante mucho tiempo, como un títere de la Madre Narcisista, y si alguna vez se las arregla para liberarse, ese proceso será infinitamente más doloroso para él que para el Chivo expiatorio.

viernes, 27 de enero de 2017

#2 Hij@ no preferid@


Luego de muchos años, y debido a una situación personal concreta, caí en la cuenta que durante toda mi vida fui "la hija no preferida".  La verdad cristalizó, como Eureka, hacia mis cuarenta. Durante toda mi vida intenté comprender por qué se me exigía más que a mi hermana,  por qué mis logros, que son muchos, eran menospreciados, porque siempre mi madre, ante una discusión, se posicionaba del mismo lado, que no era el mío.... Pensé que no era posible que una madre tenga un hijo favorito, quizás porque soy madre de hijo único.
Sin embargo, el hijo favorito es una realidad, reconocida por algunos pocos padres y ocultada por la gran mayoría. 
Si se les pregunta a los padres si tienen un hijo preferido, no lo admiten. “No, yo los quiero a todos por igual”, responden casi siempre. Sin embargo, varios estudios científicos sobre este fenómeno han concluido que el favoritismo es un hecho innegable en las familias aunque se presente de distintas formas y por diversos motivos. Es lógico que haya más cercanía con unos que con otros pues los niños, al igual que los adultos, tienen personalidades que pueden ser más compatibles. O por el contrario, pueden no parecerse mucho y tener gustos tan distintos que dificultan su relación afectiva. Katherine Conger, profesora de Desarrollo Humano y Estudios Familiares de la Universidad de California, Estados Unidos, reveló en una investigación que el 70 por ciento de los papás y el 74 por ciento de las mamás aceptan tener preferencia por uno de sus hijos. Conger estudió durante tres años a cerca de 400 pares de hermanos y a sus papás para observar sus comportamientos. Al final del trabajo, publicado en la revista Journal of Family Psychology pudo observar una tendencia muy marcada de los padres que preferían a los hijos mayores, sin importar si era niño o niña. A todos los adolescentes participantes en el estudio se les preguntó si sentían que sus padres les trataban diferente que a sus hermanos y si creían que eso les había afectado la autoestima. 
La investigación reveló que hay un índice más elevado de baja autoestima entre los hermanos menores, causada por el favoritismo de los padres por el primogénito. 
En cambio, el trato diferencial apenas parece afectar a la autoestima de los mayores. Jeffrey Kluger, además, dice en su libro "El efecto de los hermanos: lo que los vínculos entre hermanos y hermanas revelan de nosotros" que el hallazgo de Conger se debe principalmente al orden de nacimiento, un factor que determina el favoritismo hacia  los hijos. Esto se debe a que el primogénito es una novedad y por lo tanto los padres le brindan más dedicación, además de tiempo en exclusividad. Pero los expertos concuerdan en que el favoritismo depende también de otros factores como el parecido físico o el éxito académico y profesional.  Sin embargo, este no es mi caso personal, ni el de otros hijos no favoritos que han alcanzado un éxito laboral y profesional mayor que la de los hermanos favoritos,  quizás porque nos hemos esforzado demasiado en complacer a nuestros padres para intentar ganar su favor. A veces, las causas del favoritismo ante los éxitos, logros y comportamiento de los hijos no favoritos son un verdadero misterio, que nos atormenta aún más a los no favorecidos.  Esto redunda en que nos autoexijamos de forma inhumana para conseguir unos estándares que nunca podremos alcanzar, por más que trabajemos, demos, regalemos, consigamos. Lo anterior puede generar entre hermanos una competencia sana por ganar el cariño de sus padres. El problema surge cuando los padres tienden a un favoritismo extremo de uno de los hijos sin reconocer el esfuerzo del otro, convirtiendo al hijo no preferido en chivo expiatorio y, al hijo preferido, en Niño de oro (ver entrada #3). Por eso, aunque tener un hijo preferido es natural, si es demasiado evidente puede afectar la autoestima de los demás y generar grandes rivalidades. La psicóloga clínica Ellen Weber Libby, autora del libro "El hijo favorito", afirma que en algunos casos este favoritismo afecta psicológicamente a los hijos. Un estudio de la Universidad de Cornell reveló que quienes tuvieron a unos padres que evidenciaban mucho su preferencia eran mucho más propensos a sufrir depresión. De hecho, lo que más los afectaba era la percepción de un trato desigual. Cuando el favoritismo es constante y se convierte en una parte duradera de la dinámica familiar hay alto riesgo de que la conducta y el bienestar de los implicados se vean afectados.



Además, influirá en la forma en que estos traten más adelante a sus hijos. Por esa razón, los padres deben ser muy cuidadosos en este tema. Una de las primeras recomendaciones es atender las quejas de sus hijos por el trato diferencial. Con frecuencia, cometen el error de ponerse a la defensiva y no aceptar que suelen favorecer a uno de sus hijos. Esta negación no ayuda, pues contribuye a aumentar su mala percepción y los afecta más a nivel psicológico y emocional. Los padres deberían ser más receptivos con este tipo de observaciones y conversar con ellos para explicarles que quizás no se habían percatado de que esto los afectaba y que procurarán cambiar su conducta.  Barbara Howard, pediatra y presidenta de Total Child Health, centro especializado en desarrollo y conducta infantil, afirma que los padres deben encontrar algo que aprecien mucho de cada uno de sus hijos y construir su relación en  base a ello, sin hacerlos sentir que tienen uno favorito, por más que sea un hecho innegable. “Una forma fácil y simbólica para solucionar este problema es darles un abrazo fuerte en las mañanas antes de que salgan de la casa. Esto los hará sentir amados e importantes”,  concluye Howard. Parece claro que el hijo favorito existe, pese a que, como la mayoría de los padres, en su momento me negara a creerlo. Pero, que hace que pasemos de hijos no favoritos a chivos expiatorios?