viernes, 27 de enero de 2017

#2 Hij@ no preferid@


Luego de muchos años, y debido a una situación personal concreta, caí en la cuenta que durante toda mi vida fui "la hija no preferida".  La verdad cristalizó, como Eureka, hacia mis cuarenta. Durante toda mi vida intenté comprender por qué se me exigía más que a mi hermana,  por qué mis logros, que son muchos, eran menospreciados, porque siempre mi madre, ante una discusión, se posicionaba del mismo lado, que no era el mío.... Pensé que no era posible que una madre tenga un hijo favorito, quizás porque soy madre de hijo único.
Sin embargo, el hijo favorito es una realidad, reconocida por algunos pocos padres y ocultada por la gran mayoría. 
Si se les pregunta a los padres si tienen un hijo preferido, no lo admiten. “No, yo los quiero a todos por igual”, responden casi siempre. Sin embargo, varios estudios científicos sobre este fenómeno han concluido que el favoritismo es un hecho innegable en las familias aunque se presente de distintas formas y por diversos motivos. Es lógico que haya más cercanía con unos que con otros pues los niños, al igual que los adultos, tienen personalidades que pueden ser más compatibles. O por el contrario, pueden no parecerse mucho y tener gustos tan distintos que dificultan su relación afectiva. Katherine Conger, profesora de Desarrollo Humano y Estudios Familiares de la Universidad de California, Estados Unidos, reveló en una investigación que el 70 por ciento de los papás y el 74 por ciento de las mamás aceptan tener preferencia por uno de sus hijos. Conger estudió durante tres años a cerca de 400 pares de hermanos y a sus papás para observar sus comportamientos. Al final del trabajo, publicado en la revista Journal of Family Psychology pudo observar una tendencia muy marcada de los padres que preferían a los hijos mayores, sin importar si era niño o niña. A todos los adolescentes participantes en el estudio se les preguntó si sentían que sus padres les trataban diferente que a sus hermanos y si creían que eso les había afectado la autoestima. 
La investigación reveló que hay un índice más elevado de baja autoestima entre los hermanos menores, causada por el favoritismo de los padres por el primogénito. 
En cambio, el trato diferencial apenas parece afectar a la autoestima de los mayores. Jeffrey Kluger, además, dice en su libro "El efecto de los hermanos: lo que los vínculos entre hermanos y hermanas revelan de nosotros" que el hallazgo de Conger se debe principalmente al orden de nacimiento, un factor que determina el favoritismo hacia  los hijos. Esto se debe a que el primogénito es una novedad y por lo tanto los padres le brindan más dedicación, además de tiempo en exclusividad. Pero los expertos concuerdan en que el favoritismo depende también de otros factores como el parecido físico o el éxito académico y profesional.  Sin embargo, este no es mi caso personal, ni el de otros hijos no favoritos que han alcanzado un éxito laboral y profesional mayor que la de los hermanos favoritos,  quizás porque nos hemos esforzado demasiado en complacer a nuestros padres para intentar ganar su favor. A veces, las causas del favoritismo ante los éxitos, logros y comportamiento de los hijos no favoritos son un verdadero misterio, que nos atormenta aún más a los no favorecidos.  Esto redunda en que nos autoexijamos de forma inhumana para conseguir unos estándares que nunca podremos alcanzar, por más que trabajemos, demos, regalemos, consigamos. Lo anterior puede generar entre hermanos una competencia sana por ganar el cariño de sus padres. El problema surge cuando los padres tienden a un favoritismo extremo de uno de los hijos sin reconocer el esfuerzo del otro, convirtiendo al hijo no preferido en chivo expiatorio y, al hijo preferido, en Niño de oro (ver entrada #3). Por eso, aunque tener un hijo preferido es natural, si es demasiado evidente puede afectar la autoestima de los demás y generar grandes rivalidades. La psicóloga clínica Ellen Weber Libby, autora del libro "El hijo favorito", afirma que en algunos casos este favoritismo afecta psicológicamente a los hijos. Un estudio de la Universidad de Cornell reveló que quienes tuvieron a unos padres que evidenciaban mucho su preferencia eran mucho más propensos a sufrir depresión. De hecho, lo que más los afectaba era la percepción de un trato desigual. Cuando el favoritismo es constante y se convierte en una parte duradera de la dinámica familiar hay alto riesgo de que la conducta y el bienestar de los implicados se vean afectados.



Además, influirá en la forma en que estos traten más adelante a sus hijos. Por esa razón, los padres deben ser muy cuidadosos en este tema. Una de las primeras recomendaciones es atender las quejas de sus hijos por el trato diferencial. Con frecuencia, cometen el error de ponerse a la defensiva y no aceptar que suelen favorecer a uno de sus hijos. Esta negación no ayuda, pues contribuye a aumentar su mala percepción y los afecta más a nivel psicológico y emocional. Los padres deberían ser más receptivos con este tipo de observaciones y conversar con ellos para explicarles que quizás no se habían percatado de que esto los afectaba y que procurarán cambiar su conducta.  Barbara Howard, pediatra y presidenta de Total Child Health, centro especializado en desarrollo y conducta infantil, afirma que los padres deben encontrar algo que aprecien mucho de cada uno de sus hijos y construir su relación en  base a ello, sin hacerlos sentir que tienen uno favorito, por más que sea un hecho innegable. “Una forma fácil y simbólica para solucionar este problema es darles un abrazo fuerte en las mañanas antes de que salgan de la casa. Esto los hará sentir amados e importantes”,  concluye Howard. Parece claro que el hijo favorito existe, pese a que, como la mayoría de los padres, en su momento me negara a creerlo. Pero, que hace que pasemos de hijos no favoritos a chivos expiatorios?